Mi pasado es sinuoso... casi nada recto y muy confuso. Hice cosas de las que me arrepiento y otras de las que me siento profundamente orgulloso.
Desde pequeño fui callado, pocos amigos... casi nada de vida social. Mi piel sólo tomaba contacto con la luz del sol cuando iba y venía de la escuela por que cuando estaba en ella no salía de la sala de clases.
Dibujé desde siempre, una de mis primeras palabras fue lápiz y pasaba gran parte del tiempo haciendo garabatos en hojas usadas. Mi abuelo me ponía hojas en las paredes para que no pasara el frecuente problema de rallar la impecable pintura de los muros o ensuciar el papel mural, y una de mis obras maestras (el tren saliendo del arco iris) lo hice sobre un papel en la pared de la casa de mi abuelo en Santa Elisa.
Cuando aprendí a leer (también a temprana edad) ya nunca más solté las letras y me aficioné por los libros de cuentos, Juanito y las abichuelas mágicas era mi preferido. La bibliotecaria de mi escuela me conocía muy bien y sabía que libros podrían gustarme, incluso aveces me llevaba libros especialmente y me los pasaba para que lo leyera primero que nadie, era mi amiga, y cuando me cambié por primera vez de escuela fue la única que supo que me iba, y al despedirse me dio un consejo que aún no olvido: no dejes de leer nunca, eso te abrirá puertas y te hará una persona culta. En parte ella marcó mi vida, de buena forma, por que sin su orientación, talvez no me habría interesado por los libros ni la escritura.
Mi otro gran amor académico (las matemáticas) me lo inculqué solo: al principio no le daba a una... y por eso practiqué como condenado todo un año, hasta que me empezaron a gustar los números... aún conservo ese gusto por las ecuaciones.
En mi casa pasaba casi todo el día solo, dibujando... Cuando era pequeño no me gustaba estar sólo por que aveces me daban ataques de no se qué y comenzaba a ahogarme, nunca se lo dije a mi madre para no preocuparla, pero hasta ahora aveces me dan.
La vida era fría, y casi sin amigos más aún.
Desde pequeño fui callado, pocos amigos... casi nada de vida social. Mi piel sólo tomaba contacto con la luz del sol cuando iba y venía de la escuela por que cuando estaba en ella no salía de la sala de clases.
Dibujé desde siempre, una de mis primeras palabras fue lápiz y pasaba gran parte del tiempo haciendo garabatos en hojas usadas. Mi abuelo me ponía hojas en las paredes para que no pasara el frecuente problema de rallar la impecable pintura de los muros o ensuciar el papel mural, y una de mis obras maestras (el tren saliendo del arco iris) lo hice sobre un papel en la pared de la casa de mi abuelo en Santa Elisa.
Cuando aprendí a leer (también a temprana edad) ya nunca más solté las letras y me aficioné por los libros de cuentos, Juanito y las abichuelas mágicas era mi preferido. La bibliotecaria de mi escuela me conocía muy bien y sabía que libros podrían gustarme, incluso aveces me llevaba libros especialmente y me los pasaba para que lo leyera primero que nadie, era mi amiga, y cuando me cambié por primera vez de escuela fue la única que supo que me iba, y al despedirse me dio un consejo que aún no olvido: no dejes de leer nunca, eso te abrirá puertas y te hará una persona culta. En parte ella marcó mi vida, de buena forma, por que sin su orientación, talvez no me habría interesado por los libros ni la escritura.
Mi otro gran amor académico (las matemáticas) me lo inculqué solo: al principio no le daba a una... y por eso practiqué como condenado todo un año, hasta que me empezaron a gustar los números... aún conservo ese gusto por las ecuaciones.
En mi casa pasaba casi todo el día solo, dibujando... Cuando era pequeño no me gustaba estar sólo por que aveces me daban ataques de no se qué y comenzaba a ahogarme, nunca se lo dije a mi madre para no preocuparla, pero hasta ahora aveces me dan.
La vida era fría, y casi sin amigos más aún.
