Era de noche, casi madrugada. El frío reinaba, junto con el silencio, el miedo y la resignación. A eso de las 3 de la madrugada comenzó a sonar la alerta, esa que atemorizaba a muchos y que otros esperaban con tantas ancias.
Ámbar se despertó sobresaltada por el chirriante sonido de alarma... éste era el día que había estado esperando hace mucho. Se sentó sobre su cama, abrió el cajón de su velador y sacó de él una cajetilla de cigarros, tomó uno y con tranquilidad lo prendió, su corto y rubio pelo se impregnó con el olor y se le llenaron los ojos de lágrimas, por un momento fue presa del remordimiento de dejarse morir. Miró sus brazos con el tenue resplandor rojo que se filtraba por la ventana, observó las cientos de cicatrices, algunas recientes, otras no tanto. Levantó su mano y se arregló un poco el cabello. Indecisa aún, se levantó de la cama y se desplazo a grandes zancadas por la habitación hacia la puerta, tomó el picaporte y cerró los ojos antes de girarlo para salir al pasillo principal de su casa.
Afuera se escuchaban gritos y llantos. Aún no llegaba lo peor y el pequeño pueblo estaba sumido en la histeria.
Todavía sonaba la alarma de alerta cuando Ámbar cruzó su jardín delantero, todos corrían hacia los refugios y pasaban por su lado como si no existiera. Con la cara empapada en lágrimas y temblorosa se paró en medio de la calle a esperar el impacto de la bomba, ese que le concedería descanzo, felicidad, alivio. Se acurrucó en el frío pavimento. De pronto todo quedó en silencio, el silencio antes del estruendo, abrió los ojos y vió al avión que dejó caer la ojiva, un segundo después vino la onda expanciba. Su frágil cuerpo se desintegró por la fuerza del impacto energético, antes de eso, es sus labios se esbozó una sonrisa.
Ámbar se despertó sobresaltada por el chirriante sonido de alarma... éste era el día que había estado esperando hace mucho. Se sentó sobre su cama, abrió el cajón de su velador y sacó de él una cajetilla de cigarros, tomó uno y con tranquilidad lo prendió, su corto y rubio pelo se impregnó con el olor y se le llenaron los ojos de lágrimas, por un momento fue presa del remordimiento de dejarse morir. Miró sus brazos con el tenue resplandor rojo que se filtraba por la ventana, observó las cientos de cicatrices, algunas recientes, otras no tanto. Levantó su mano y se arregló un poco el cabello. Indecisa aún, se levantó de la cama y se desplazo a grandes zancadas por la habitación hacia la puerta, tomó el picaporte y cerró los ojos antes de girarlo para salir al pasillo principal de su casa.
Afuera se escuchaban gritos y llantos. Aún no llegaba lo peor y el pequeño pueblo estaba sumido en la histeria.
Todavía sonaba la alarma de alerta cuando Ámbar cruzó su jardín delantero, todos corrían hacia los refugios y pasaban por su lado como si no existiera. Con la cara empapada en lágrimas y temblorosa se paró en medio de la calle a esperar el impacto de la bomba, ese que le concedería descanzo, felicidad, alivio. Se acurrucó en el frío pavimento. De pronto todo quedó en silencio, el silencio antes del estruendo, abrió los ojos y vió al avión que dejó caer la ojiva, un segundo después vino la onda expanciba. Su frágil cuerpo se desintegró por la fuerza del impacto energético, antes de eso, es sus labios se esbozó una sonrisa.
1 comentario:
oyeeeeeeee
que linda las nubes :B me gustaron
ahora tiene 1 diarrea gracias a mi :B
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