17.2.10

los refugiados del sol

Como siempre, aquel enigmático joven vio la cuidad a través de los cristales de sus gafas oscuras, y dejando que su cabello fuera mecido por el viento, inhaló un poco de humo de su cigarrillo. Comenzaba a caer la noche y era momento de salir, ya no existía el peligro del sol y su dañina luz, y era seguro caminar por la cuidad.
Pisando fuertemente el asfalto con sus botas negras, arrojó la colilla de su cigarro a unos dos metros de él. Observando a su alrededor notó que una muchacha se le acercaba rápidamente, algo que era bastante usual, ya que siempre estaba impregnado de un aroma sutilmente atrayente que para las chicas era como miel para las moscas. La muchacha, morena y de ojos verdes penetrantes miró al joven y se acercó aún más, hasta casi rozar su nariz con la del chico, a pesar de que tuvo que ponerse en puntillas para hacerlo, y le susurró mirándolo fijamente a los ojos "eres de los nuestros" y dejando un papel doblado en el bolsillo de la chaqueta del muchacho. El chico quedó paralizado por unos minutos, eso si que era poco usual, y siguió caminado mientras prendía otro cigarro.
El humo se desvanecía en el aire nocturno mientras el joven se desplazaba a grandes zancadas por las sucias calles de la cuidad rumbo al bar de siempre, entró y sin sacarse las gafas se acercó a la barra, en ese momento recordó el papel que la chica de ojos verdes le había metido en el bolsillo, lo abrió y tenía escrita una dirección, un nombre y una fecha con hora, justamente era hoy, a aproximadamente 10 calles de donde estaba y faltaban 20 minutos para la hora señalada, asi que sin sentarse siquiera en el banquillo acostumbrado, dio media vuelta y dejó atrás las luces de colores y el olor a vómito y alcohol.
Llegó traquilamente al número 11 de la calle Nicolás Copérnico, a las 00:30 horas. Era un edificio antiguo, estaba algo derruido y se veía inestable, pero el chico entró de todas formas... dentro estaba oscuro, cosa que lo obligó a quitarse las gafas y guardarlas es uno de sus bolsillos; siguió caminando y de pronto, justo al frente suyo, una luz fluorescente se encendió en una habitación. Caminó con paso seguro hacia la fuente de luz, y al llegar ahí vio una oficina que, de no estar seguro que había entrado en aquel viejo edificio podría haber estado en cualquiera de los edificios de oficinas más caros de la ciudad. Ese cuarto era casi sacado de una escena de película de Tarantino: en su totalidad blanca, sin ventanas, con una mesa al fondo y un sillón con un tipo cincuentón sentado en él, a cada lado del tipo había una chica, y una de ellas era la que le había pasado el papel.
-Bienvenido Alonso- dijo el hombre en el sillón- lo estábamos esperando, ¿verdad chicas?. En ese momento el hombre se paró, dejando ver toda su magnificencia; era alto y delgado, con un aire sutil que hacia respetarlo en el mismo instante que llegara a mirarte, el cabello canoso y algunas arrugas denotaban su edad, y su voz fuerte y segura, con un dejo a sarcasmo, retumbaba en todo el cuarto.
-¿Como sabe mi nombre?- dijo Alonso con calma
- sabemos más cosas de ti de las que te imaginas- contestó la chica morena de ojos verdes.
- Bueno, basta de charlas y vayamos a lo que te hemos traído muchacho... - la voz del hombre resonó con determinación, su tono de voz se parecía bastante a la de Alonso, pero tenía un toque a madurez. Aquel sujeto de cabellos canos comenzó a caminar a través de una puerta que no se distinguía a simple vista e hizo una seña, a lo que las chicas reaccionaron inmediatamente y tomaron al muchacho de los brazos para conducirlo por un pasillo bien iluminado con varias puertas a cada lado, justamente, por una de esas puertas pasaron a otro cuarto, esta vez más pequeño y con más cosas, y se sentaron todos, uno frente a otro, pero todos al fin y al cabo viendo a Alonso.
- ¿Para que me han traído acá?- dijo súbitamente el chico.
- Por que eres un refugiado hijo, igual que nosotros- contestó el hombre canoso
- ¿Refugiado?- preguntó incrédulo Alonso- ¿como es eso? ¿los refugiados no son de guerras o cosas así?- y sin esperar una respuesta se llevó un nuevo cigarrillo a la boca con la intención de prenderlo, pero antes de que pudiera llevar a cabo su tarea, la otra chica, una pelirroja salpicada en pecas, le quitó el cigarrillo de los labios y le dijo con un acento algo ruso "no fumes, ¿no sabes que hace mal parra la salud?"
- si Alonso, refugiado, por esa razón no puedes prácticamente salir de día... tu, y todos nosotros, los que vivimos en este edificio, tenemos algo así como una enfermedad, somos hipersensibles a los rayos del sol y resistimos mejor la falta de luz en las noches y el frío- esta vez habló la chica morena, tenía una voz preciosa y Alonso quedó atontado por ella, por lo que pudo escuchar tan sólo la mitad de lo que dijo.
- Osea ¿ soy algo como un vampiro?- fue lo que alcanzó a razonar el chico con la información que le acababan de entregar.
El hombre canoso se acomodó en su silla y se frotó las sienes con los dedos antes de hablar.
- Si, podría decirse así, pero no tomamos sangre, ni hacemos ritos satánicos, o cosas por el estilo, lo que sí hacemos, es hacer trabajos que no muchas personas pueden hacer, o quieren hacer. Por poder movernos con más facilidad de noche, trabajamos como sicarios, la paga es buena y no hay muchos empleos nocturnos.
Alonso no podía creer lo que estaba viviendo, sabía que no era normal, se había criado en la calle y había conseguido pequeños trabajos para pagar la renta y sus cigarrillos, pero nunca creyó o imaginó que terminaría siendo sicario por una enfermedad que no lo dejaba salir al sol, o que sería un refugiado. Al ver la cara de asombro de alonso, el hombre sonrió un poco, se acomodó de nuevo y continuó.
- Por ahora aún puedes mantenerte bajo los rayos del sol por algunos minutos, tal vez horas, pero es por que eres joven aún y en un año o dos ya o podrás ver el día... te mataría.
- Bueno, ni modo, tendré que quedarme aquí con ustedes ¿no?- dijo alonso mirando a la joven y poniéndose las manos detrás de la cabeza con una sonrisa traviesa en los labios.
- Entonces, aceptas nuestra propuesta que aún no había hecho de quedarte con nosotros, perfecto. Natasha, acompáñalo por favor a su habitación.
La chica pelirroja se paró de su asiento y salió por la puerta, tuvo que carraspear un poco para que Alonso reaccionara al ipnotismo que había lanzado la chica morena sobre él. Después de unos segundos se paró y se fue siguiendo a la pelirroja, ella abrió una puerta y sacó de su sostén una llave.
- Esta es tu habitación, aquí está la llave, cualquierr cosa le dices al Señorr Du, él te ayudarrá- dijo la chica en torpe español.
- ¿así se llama?¿Du?
- si, ahorra si me disculpas, debo irrme. sin más preámbulos, la pelirroja dio media vuelta y desapareció tras un portazo.
La habitación estaba vacía salvo un colchón con algunas frazadas y una silla. Alonso se sentó en el suelo y sacó su cajetilla, tomó un cigarro y lo puso en su boca, y mientras lo prendía sonó la puerta. Tragó una gran bocanada de humo antes de ir a abrir, y cuando lo hizo, era la chica morena; se acercó y cerró la puerta, y así comenzó a amanecer en la cuidad.

1 comentario:

coeur_solitaire dijo...

mmm esta interesante, me gusto para. osea para no ser tu y a la vez si esta bastatnte bueno =)